En esta sociedad todos convivimos con un ritmo frenético que no solo se traduce en nuestras vidas, sino en nuestra manera de ser y actuar. Buscamos la novedad, lo más bonito, lo más moderno, lo que nos haga sentirnos atractivos, ricos y que nos otorgue el elixir de la eterna juventud tan anhelada. Necesitamos las modas. Vivimos por y para ellas. Carne de cañón. Nuestro mundo se basa cada vez más en las apariencias. La inteligencia, la eficacia o la astucia quedan relegadas a un segundo plano si no vendemos un aspecto atractivo al mismo tiempo. Nuestra autoestima no se contenta con los rasgos y capacidades psicológicas, necesita ser un buen producto, un buen envoltorio. Muchas veces, consumimos para obtener esa sensación o imagen. No es nada malo. La sociedad nos dice que tenemos que estar al tanto de lo último que sale al mercado, nos incita a cambiar de ropa, peinado, coche, cortinas ... hasta el punto de manejarnos cuales títeres sin conocimiento de sus necesidades o gustos. Co...