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Mostrando entradas de 2022

Diciembre en la casa Kappe

El objetivo de esta serie era fantasear, y la última casa del año es el lugar idóneo para pasar unos días en familia o una larga noche de fiesta y bailoteo para estrenar el año nuevo. El arquitecto Raymond Kappe compró un solar en Pacific Palisades, Los Ángeles,  en 1962. La casa Kappe sería su vivienda personal, con formas geométricas, empleando la madera, el vidrio y el hormigón y el último elemento, el frondoso entorno de esta zona de California. Ray Kappe, 1927-2019, es considerado uno de los arquitectos más innovadores. Además de por su obra arquitectónica, su popularidad recae en la fundación del Southern California Institute of Architecture (SCI-Arc) en 1972 del que sería director durante quince años, "la nueva escuela", un experimento docente al que se unieron muchos otros profesores y un sinfín de estudiantes. La belleza reside en los espacios estratificados escalonados, en el recorrido para entrar, cruzando por un arroyo, el sistema de torres con lucernarios y el

Noviembre en The Box

 Soy afortunada. En mi afán por cambiar el punto de vista de la vida, lo hago también con las palabras, como si un mantra o un orden de factores, sí que alterasen el producto. Soy afortunada porque escribo el post de noviembre ya entrados en diciembre, con un trancazo que me hace estar en la cama o en un submarino (¡bendito sábado!) y con el cuerpo cansado. Todo esto son consecuencias de un mes de noviembre muy intenso, ¡agotador!, pero bien vivido. Pero como de ilusiones vive el hombre, y desear es algo normal, por mucho que me repita mi buena fortuna, me teletransportaría a vivir mi catarro a The Box. Para mí es un misterio cómo con 30 años y dos hijas recién nacidas, el arquitecto inglés Ralph Erksine se va a vivir a un bosque en Suecia en pleno invierno y consigue autoconstruirse esta cabaña. Evidentemente, hacerlo es posible, pero sigo incrédula ante la situación. Imaginad a dos personas extranjeras en 1941, sin propiedades en Suecia ni casi recuersos, recopilando piedras del luga

Farewell

 Escribir ha sido un refugio muchas veces, un desahogo en otras tantas, y en la mayor parte de las veces un ejercicio autoimpuesto con férrea disciplina para luchar contra el olvido. Cuando alguien desaparece, creo que este ejercicio recupera un sentido valioso, se convierte en una caja fuerte, aunque cada vez más ésta esté compuesta de un sistema binario que de tinta impregnando un papel. Fuiste por este orden, mi terror infantil, mi maestra, mi amiga... y todo eso gracias a que con los años, nuestra relación se transfomó, como deben hacer todas las sanas. Me enseñaste mucho y disfruté cuando entre confidencias me contabas tantas cosas maravillosas de una existencia especial. Algunas, por desgracia, también muy duras y tristes. Eras un ejemplo de amor por nuestro país, pero también de todas las oportunidades que este mundo ancho y ajeno nos puede regalar si tenemos coraje, somos valientes y luchamos hasta el último aliento. A esto último no te ganó nadie, aunque al final, como tu nomb

Octubre en la casa de Louis Carré

 El otoño es mi estación preferida. Sobre todo si olvido que emocionalmente es una época melancólica que afecta bastante a los que tenemos alguna tendencia depresiva, lo que cuesta madrugar cuando amanece tarde y la dificultad por trabajar o hacer algo de provecho hasta tarde cuando la naturaleza te pide retirarte cada vez más pronto. Sin embargo es cálido, tanto en los tonos de la naturaleza como en las luces que la bañan, y el sol calienta lo suficiente para alegrar, sin que necesites esconderte. Para llegar a nuestro refugio de este mes hay que pasar las llanuras de Yvelines y acercarse a la casa de Jean Monnet, uno de los padres de Europa y concretamente el responsable de que su rico amigo galerista, Louis Carré, comprase un montón de parcelas a los vecinos del pueblo para crear una gran finca con vistas al valle.  Harto de vivir en París, Carré no recurrió a su gran amigos Le Corbusier para diseñar su última morada, sino a otro maestro cuya obra visitó específicamente por toda Fin

Septiembre en la casa de Geoffrey Bawa

 Si ahora mismo pudiese teletransportarme, que es justamente el objetivo de esta sección, me olvidaría por un rato de lo que me gusta el otoño que ya empieza a asomarse en esta vieja Europa. Cargaría una maleta con libros, con el material para todas las manualidades y labores pendientes, cogería el ukelele olvidado y abandonaría todos mis aparatos electrónicos. Porque si bien todas las casas que me llaman la atención suelen ser de una época muy concreta, no es menos cierto que hay muchos detalles silenciosos asiáticos que me gustaban antes de verlos en directo. No sé a vosotros, pero a mí me gustan la exuberancia tropical y las lluvias torrenciales (evidentemente no las que acaban en inundaciones, claro). Son justamente las causantes de lo que me encanta: esos suelos de terracota envejecidos con algo de verdor, los muros desconchados de antiguos colores vivos ya caídos, las puertas abiertas y las telas fluidas. Sé que hasta ahora la arquitectura contemporánea ha ocupado el espacio, per