En ocasiones, descubro un lugar en el que quedarme. Un rincón del que memorizar todos los detalles. La luz de un instante, el calor en la piel, la brisa que mece la ropa, el olor de los campos de alrededor, las sombras de la vegetación, el color de la piedra iluminada y el polvo de la tierra que pisas. A veces, lo recuerdo tan profundamente con el fin de poder volver a ese momento en cualquier situación. Cuando viajo, descubro muchos de esos lugares. Le Plateau des Antiques es el que me ha venido a la memoria hoy.
A escasos metros de Glanum, las ruinas de una ciudad romana abandonada en el s.III, se encuentra este, pequeño de tamaño pero monumental de valor, conjunto arquitectónico formado por un arco triunfal y un mausoleo. Un rincón que mezcla todo el romanticismo de un espacio olvidado, con la historia y la vida lujosa de St. Rémy de Provence, en donde se encuentra.
Abandonado por los turistas durante determinadas horas del día y carente de iluminación por las noches, pasa desapercibido por aquellos que de manera casi exclusiva se limitan a entrar en Glanum, recinto acotado para la visita rigurosa, u otros que se lanzan a la aventura para descubrir los paisajes de Van Gogh. En todo este lío de autocares y coches, Les Plateau des Antiques permanece casi al margen, literal porque la carretera turística que atraviesa esa pequeña cordillera de Les Alpilles pasa a su lado sin que los viajeros sean conscientes de su presencia, y metafóricamente porque muchos personajes históricos que han pasado por allí, apenas lo mencionan.
Nostradamus nació en St. Rémy y Van Gogh vivió en el sanatorio de St Paul, a escasos trescientos metros de ambos monumentos. Todo el mundo recuerda su famosa "noche estrellada" o sus campos de olivos, cipreses y pinos que se encuentran en los alrededores. Sin embargo, no ha aparecido cuadro alguno o estudio de estos rincones. Lo más probable es que no se sintiese tan atraído por ellos como para dibujarlos, que no se atrevía o puede que lo hiciese, el caso es que pienso en esos prados agostados, con cipreses, olivos y pinos bordeando los caminos. Pienso en esa luz de atardecer que baña de tonos tostados los relieves, en la locura melódica de los grillos y las cigarras que cantan tras un cálido día de verano. En el aire que trae notas provenzales y en el picnic en el Plateau des Antiques, e incluso en Van Gogh, encerrado en ese convento, observando por la ventana el horizonte y la parte alta del mausoleo, y todo me parece mejor...
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