Como está pasando durante todo este año, uno planea y luego la realidad es otra. Lo que viene siendo el dicho "el hombre propone y dios dispone" tan empleado en mi familia. Este post, como muchos otros, estaba previsto como un manifiesto al trabajo para celebrar el 1 de mayo. Al final el sabio destino, y sobre todo el tiempo, lo han puesto en su lugar.
A pesar de los rebrotes, o justamente por ellos, me parece un momento ideal para reivindicar la importancia de la responsabilidad individual y nuestra gratitud hacia aquellos trabajadores tan invisibles pero tan esenciales para las comodidades de nuestras vidas. Puede parecerlo pero todavía no vivimos en un mundo robotizado que no necesite del trabajo duro, del sudor o del sacrificio de otros para conseguir lo que deseamos, o mejor dicho, necesitamos. Cuando el mundo se paró este marzo pasado e ir a hacer la compra o enfermar se convirtió en una cruzada contra lo desconocido, la revista The New Yorker comenzó a inmortalizar a los trabajadores más humildes en sus cotizadas portadas. Los imprescindibles. Como ejemplo, la poética portada del 30 de marzo con un Grand Central que pertenece en exclusiva a un fantasma, un limpiador, el ejemplo de que a diario no vemos a quienes tenemos delante. También auguraba lo nunca visto hasta entonces.
Eric Drooker’s “Grand Central Terminal”
Chris Ware's “Bedtime”
Pascal Campion's “Lifeline”
Recordé entonces los cuadros del pintor León-Augustin Lhermite y su manera tan bella de inmortalizar la crudeza de la vida de los trabajadores de finales del siglo XIX. Dedicó su carrera a plasmar la esencia de la época sin idealizarla ni representarla bucólicamente. Sus cuadros de grandes dimensiones son verdaderas fotografías que te transportan al descanso de los jornaleros tras su extenuante trabajo y casi te permite oler el heno pero también el sudor rancio de sus cuerpos. Su cuadro de Les Halles, impresionante en dimensiones y detalles es uno de los incentivos de mi continua recomendación de entrar en Le Petit Palais. Resulta hipnótico y cada vez invita a encontrar un nuevo detalle en la escena de barullo del mercado.
La paye des moissoneurs
Les Halles
Justo cuando esta reflexión se quedaba en el cajón de ideas Alicia me escribe pidiendo mi opinión sobre su último proyecto. COMERCIANTES es un homenaje silencioso, inesperado, lleno de sensibilidad y totalmente necesario que se está exhibiendo en el patio de las columnas del ayuntamiento de Medina del Campo. Recoge los retratos y las historias de varios establecimientos de la villa cuyo propio origen se basa en la actividad comercial y en las "ferias". Algunos de esos comerciantes han seguido abriendo durante la cuarentena, ofreciendo sus servicios; otros han vuelto a abrir sus puertas temerosos pero felices de volver a recibir y encontrarse con sus clientes y conciudadanos; y los últimos, emocionados, han sufrido este revés tan duramente que puede que no vuelvan a abrir sus puertas nunca más.
Las fotografías de Alicia Basulto (Orbit Photos) son un alegato sobre la importancia del comercio de proximidad, una llamada de atención, un bello agradecimiento espontáneo manifestado en papel fotográfico. Como si de un trabajo etnográfico se tratase vemos los comercios y a sus propietarios, preparados para esta nueva batalla que aún está por librarse.
Creo que aún es pronto y podemos actuar, reflexionar, ser agradecidos. Muchos pueblos y ciudades están sufriendo el cierre paulatino de las tiendas y negocios "de toda la vida" y no somos conscientes de que tanto la causa como la solución residen en nosotros. Cuando un comercio cierra, se clausura una institución, se suprime una pieza de nuestro paisaje urbano, de nuestros recuerdos, de nuestra propia vida. Desaparece por tanto esa sonrisa o cara conocida que se sabe nuestro nombre desde que somos pequeños. Esa persona que puede recomendarnos más allá de los algoritmos y que no, no es infalible, pero está ahí de 10 a 7 haciendo de la calle un sitio vivido y seguro.
Vino la nueva normalidad, y con ella, ahora vienen los rebrotes porque somos egoístas, incapaces de seguir directrices, de tener cautela, de derrochar paciencia. Los aplausos quedan lejos porque nos podemos tomar cañas con los amigos, llenar las terrazas e incluso ir a la playa. Yo me niego a olvidar todo lo que hemos vivido, me niego a engrosar el saco de gente que agradece, aplaude y olvida al momento. Es por ello que quiero reiterar mi agradecimiento a todos aquellos empleados de fábrica, agricultores, recolectores, empaquetadores, transportistas, distribuidores, empleados, reponedores, limpiadores, barrenderos, cocineros, enfermeros, médicos... que cada día permitis que continuemos viviendo en la frágil burbuja del confort y la calidad.
Puede que seamos pocos, pero os vemos.
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