Siempre me han encantado los misterios, las anécdotas, los recuerdos. Soy capaz de recordar detalles específicos para siempre, pero a veces no recuerdo ni lo que he hecho hace una semana. Supongo que si continuo aquí, escribiendo detrás de la pantalla es porque este blog siempre ha ido de eso, de la mezcla, de la sorpresa, del descubrimiento.
Todo comienza en la place de l'Ilê-de-Sein, donde un plinto de piedra sostiene el fantasma de lo que le daba su razón de ser: F. ARAGO 1786-1853 Souscription nationale
Y es que así fue. De 1893 a 1942 una estatua de bronce de François Arago presidió la plaza como propietario y vigilante. Sin embargo, como tantos otras obras, la estatua fue fundida por los alemanes durante la ocupación en la Segunda Guerra mundial, dejando esa pilastra huérfana.
Nuestro protagonista es uno de los científicos y personalidades más interesantes de su época. Conquistado por la astronomía desde su infancia, dedicará parte de su trabajo a estudiar nuestro planeta, sus leyes físicas, su magnetismo y por supuesto, a medir sus meridianos. Sobre todo el de París que, atravesando Francia de Dunkerque a Perpignan, fue la referencia para geógrafos, marineros, cartógrafos y científicos hasta que la dominación británica consiguió modificar el sistema estableciendo el de Greenwich como origen en 1884.
Sentó las bases de la divulgación científica moderna, convirtiéndose en una verdadera estrella, cuyas clases en el Observatorio de París eran un acto social. Pero además de eso, como republicano convencido, hizo también carrera política ocupando diversos cargos en el gobierno y siendo el primer defensor de la abolición de la esclavitud en las colonias. Muchas cosas en 67 años de vida.
Cuando el artista conceptual holandés Jan Dibbets recibe el encargo de recuperar el monumento de François Arago se encontraba, como sus coetáneos, reflexionando sobre los mecanismos de percepción y sobre el punto de vista de una obra.¿Por qué crear un nuevo monumento sobre un viejo zócalo cuando puedes realizar una intervención en toda la ciudad? Si algo me encanta de este proyecto es su libertad y las miles de posibles lecturas que puede tener.
Dibbets decide crear un monumento imaginario realizado sobre el trazo de una línea imaginaria, el meridiano de Paris. En una serie de 135 medallones de bronce de 12 cm de diámetro fijados en el suelo crea un paseo por la ciudad para todos aquellos que noten su presencia. Un recorrido que recupera el meridiano olvidado (cuyas huellas aún son visibles en rincones de la ciudad si sabes buscarlos) y que atraviesa sin piedad, de norte a sur, centenares de lugares comprendidos dentro del périphérique.
Un misterio que puede encontrarse en jardines, monumentos y aceras recónditas, brillantes o desgastados, y pasar por una alcantarilla sin más interés. Y es ahí, en el discurso poético de Jan Dibbets y en su eterna reflexión sobre el espacio, los límites visuales y el movimiento, donde se honra verdaderamente a alguien como Arago.
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La méridienne de Paris, 1718. |
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