Junio llega y pasa como un cohete que a su paso deja calor y el polvo pegajoso que genera. He leído que en concreto éste ha sido el junio más caluroso desde 1900, y creo que en París no hizo falta que nadie nos lo especificase porque parecía más un agosto canicular que la despedida de la primavera. Gracias a los cambios meteorológicos de una ciencia inexacta, se ha despedido con corriente, nubes y una amplitud térmica que permite coger aire y dormir algo mejor que las últimas semanas. Me imagino que como para la gran mayoría, empieza un tedioso ejercicio de autoconvencimiento sobre cómo el verano anima el espíritu y también de que las vacaciones ya no están lejos. Seamos realistas, el mismo cohete que pasa y nos deja solo su estela como imaginen, así serán las vacaciones, así que intentemos aprovechar los días estivales, aunque sean laborales, para vivir, que es lo urgente. Y en esa urgencia, soñando con otras arquitecturas y separándome algo de la arquitectura mid century que tan...